Schiller mezcla política y amoríos, pasiones colectivas e individuales, en este drama ambientado en la España imperial. La historia, que es fuente de una de las más famosas óperas de Verdi, se basa en uno de los acontecimientos más conocidos de la leyenda negra española: la orden de Felipe II de enviar a su propio hijo Carlos a prisión, donde no tardaría en morir. El infante don Carlos, hijo del rey Felipe II, declara su amor a la actual esposa de éste Isabel de Valois, a la que ya había rondado de soltera, pero ella insiste en que no puede quererle más que como madrastra. Una de las damas de la corte, la princesa de Éboli, envía una declaración de amor a Don Carlos, que él en un principio cree que procede de la reina. Aunque a punto de resignarse y aceptar el amor de Éboli, Don Carlos la rechaza cuando ella le muestra una carta que prueba que ha sido amante del rey, que además le arrebata con la esperanza de que sirva para que la reina dé la espalda a su padre y acepte su amor, si bien posteriormente el Marqués de Poza, amigo de la infancia de Carlos, le convence de que no debe de usar tales armas. Carlos pide a su padre que le deje utilizar la buena imagen que posee ante el pueblo flamenco para ir allí como gobernador y aplacar la amenaza de revuelta, pero el rey prefiere la solución represiva y sin concesiones que supone el duque de Alba, al que otorga el cargo de gobernador. Alba y el confesor de la corte padre Domingo declaran la guerra política a Carlos y, con la colaboración de Éboli, manipulan las pruebas que existen de la pasión del infante por su madrastra y de la simpatía por el del pueblo flamenco para que el rey le considere traidor a la patria y a su propio padre. Tras haber asesinado al marques de Poza y cuando el infante se acerca a los aposentos de la reina, disfrazado como fantasma de su abuelo Carlos I para burlar a la guardia, es sorprendido por el rey y sus manipuladores y entregado a la inquisición.