María Jesús

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Medardo Ángel Silva

Tengo el alma como un búcaro lleno de florecillas de nuestros campos; de ellas tomo la que es más querida: una violeta color de ojera, regada por el llanto de una emoción inolvidable. Acéptala. Y cuando vuelva a su reino mi espíritu desterrado en el mundo, deshoje sus pétalos y aspire en ellos el doloroso perfume de mi recuerdo.